Las ráfagas de viento
fueron necesarias
para alzar el vuelo.
Las gaviotas ya me avisaron
que el buen tiempo estaba por
llegar.
Levanté la vista,
las nubes se disipaban,
el sol salía.
Cogí aire,
respiré,
lo supe en ese instante:
todo estaba cambiando.
Tú ya no dolías,
y si lo hacías,
a mi ya no me
importaba lo más mínimo.
Llegue al fondo,
incluso lo acaricié,
su textura era suave,
pero no me terminaba
de convencer,
eso de tumbarse
y dormir
sobre un colchón
húmedo y lleno de moho
no me gusto lo más mínimo.
Al principio era cálido
y cómodo,
pero luego se volvió
pegajoso,
algo que me quería
quitar de encima,
que me incomodaba
y no me dejaba crecer:
llevar una armadura
está bien,
pero te termina pesando
y molestando,
eso fue lo que paso contigo.
Llegue al fondo,
y ahora subía peldaños,
te estaba dejando atrás.
Sonreí.
14.07.19
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