Eres un puto cigoto
que no se deja desarrollar,
más bien
ni crecer,
te has muerto entre mis manos
y no me ha dado tiempo
ni a observarte respirar
por primera vez.
Te empeñaste en destrozarte la vida,
y me llevaste contigo
por delante,
afortunadamente,
aprendí a esquivar
todas y cada
una de las palabras
que salían de tu boca,
no fue fácil:
las endulzaste
con un sabor parecido
a la miel,
recuerdas que a mi no me
gusta, verdad?
En cualquier caso,
el coágulo de sangre
se resbaló
por mi brazo,
y manchaste mi camisa
blanca favorita
de una hilera
roja
que no pude quitar
ni con toda la fuerza del mundo.
Ese día te perdí,
de verdad que ya
no sabía quién eras.
Me criaron pensando
que la libertad
y el cuerpo de una persona
no tiene precio,
pero tú se lo pusiste al tuyo,
y no llegaste
ni al mínimo,
para empezar la subasta,
lo regalaste
y vendiste
a unos degenerados,
que encima no
supieron ni valorarte,
no te quitaron ni la etiqueta,
te usaron y tiraron
sin ni siquiera
quitarte el precinto.
Dime,
ahora,
cómo te miro a los ojos,
y sigo pensando,
que vales la pena,
si tú misma
no lo demuestras,
si tú misma
te pones el precio que
realmente no mereces:
ninguno,
el cuerpo de ninguna
persona tiene precio.
y nadie debería de
pagar por ello
que no se deja desarrollar,
más bien
ni crecer,
te has muerto entre mis manos
y no me ha dado tiempo
ni a observarte respirar
por primera vez.
Te empeñaste en destrozarte la vida,
y me llevaste contigo
por delante,
afortunadamente,
aprendí a esquivar
todas y cada
una de las palabras
que salían de tu boca,
no fue fácil:
las endulzaste
con un sabor parecido
a la miel,
recuerdas que a mi no me
gusta, verdad?
En cualquier caso,
el coágulo de sangre
se resbaló
por mi brazo,
y manchaste mi camisa
blanca favorita
de una hilera
roja
que no pude quitar
ni con toda la fuerza del mundo.
Ese día te perdí,
de verdad que ya
no sabía quién eras.
Me criaron pensando
que la libertad
y el cuerpo de una persona
no tiene precio,
pero tú se lo pusiste al tuyo,
y no llegaste
ni al mínimo,
para empezar la subasta,
lo regalaste
y vendiste
a unos degenerados,
que encima no
supieron ni valorarte,
no te quitaron ni la etiqueta,
te usaron y tiraron
sin ni siquiera
quitarte el precinto.
Dime,
ahora,
cómo te miro a los ojos,
y sigo pensando,
que vales la pena,
si tú misma
no lo demuestras,
si tú misma
te pones el precio que
realmente no mereces:
ninguno,
el cuerpo de ninguna
persona tiene precio.
y nadie debería de
pagar por ello
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