La Almudena te miro
a tus ojos verdes,
y se avergonzó,
le entro la verguenza,
y se tapo la cara con los pináculos.
Sé que estarás sonriendo,
porque me descojoné
nada más oír esa palabra.
Era marzo, pero parecía primavera,
tus cabelloa rubios
me indicaban buen tiempo,
y tu risa,
era como ver el mar
al final de una autopista
llena de coches
que no te deja respirar.
No sé cuántas veces te miré
pensando en lo preciosa que eras.
No se cuántas veces te miré,
pensando en las ganas que tenía
de acariciarte las mejillas,
o cogerte la mano.
Tú me hablabas de la arquitectura
de la Catedral de la Almudena,
yo te observaba,
y eso sí que era arte en estado puro.
Ese acento de Granada,
que,
a juego con tus ojazos verdes,
se convertían en la
combinación perfecta
para escucharte,
y no saber ni dónde estaba.
El sol de una tarde soleada
se atrincheró entre tus cabellos,
okupo tus hoyuelos
y le ví hacerse la cama
con cada "quilla" que decías.
Él montaba piquete,
revindicando
que no se iba a ningún lado,
que había venido a quedarse.
Y yo sonreí,
qué iba a hacer:
si hubiera sido él,
nunca saldría de ahí.
Te conocía de unas horas,
pero sabes esa sensación
de cuando miras a alguien
y no puedes parar de sonreír
pero..ni si quiera saber por qué.
Pues tú eras esa sonrisa
y el no saber el por qué.
a tus ojos verdes,
y se avergonzó,
le entro la verguenza,
y se tapo la cara con los pináculos.
Sé que estarás sonriendo,
porque me descojoné
nada más oír esa palabra.
Era marzo, pero parecía primavera,
tus cabelloa rubios
me indicaban buen tiempo,
y tu risa,
era como ver el mar
al final de una autopista
llena de coches
que no te deja respirar.
No sé cuántas veces te miré
pensando en lo preciosa que eras.
No se cuántas veces te miré,
pensando en las ganas que tenía
de acariciarte las mejillas,
o cogerte la mano.
Tú me hablabas de la arquitectura
de la Catedral de la Almudena,
yo te observaba,
y eso sí que era arte en estado puro.
Ese acento de Granada,
que,
a juego con tus ojazos verdes,
se convertían en la
combinación perfecta
para escucharte,
y no saber ni dónde estaba.
El sol de una tarde soleada
se atrincheró entre tus cabellos,
okupo tus hoyuelos
y le ví hacerse la cama
con cada "quilla" que decías.
Él montaba piquete,
revindicando
que no se iba a ningún lado,
que había venido a quedarse.
Y yo sonreí,
qué iba a hacer:
si hubiera sido él,
nunca saldría de ahí.
Te conocía de unas horas,
pero sabes esa sensación
de cuando miras a alguien
y no puedes parar de sonreír
pero..ni si quiera saber por qué.
Pues tú eras esa sonrisa
y el no saber el por qué.
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