Entonces llegas
y te conviertes en todas
y cada una de mis rutinas
que tanto me gustan,
pero que si ahora las pintas tú,
pues me gustan aún más.
Te conviertes en esa ducha
caliente al llegar a casa
después de todo el día.
Te conviertes en mis sábanas favoritas,
en ésas en las que hincó
la nariz,
cual perrete buscando trufas:
eres un bien tan preciado
que todos te buscan,
pero sólo yo te encuentro,
recuerda,
son los pequeños detalles
los que marcan la diferencia.
Te conviertes en la luz
de las dos de la tarde
que se cuela entre las persianas
de un domingo,
que poco a poco me despiertas
no lo haces de golpe,
sino despacio,
con calma.
Te conviertes en mis zapas
nuevas,
que sólo pocos se dan cuenta
que allí están,
tú no lo eres,
pero este sentimiento
lo es demasiado,
hueles a ganas,
a ilusión
a querer que por primera
vez en mucho tiempo que
las cosas vuelvan a salir bien.
Tú no te has ido,
nunca lo hiciste,
todo era cambiar de prisma,
pero es que tú siempre
me cambias todos los cuerpos
geométricos,
los coges y tiras
por todos los lados,
y graciosa y divertida
pasas corriendo por los pasillos
de mi sonrisa,
gritando que el desorden
nos hace libres,
y que fomenta la creatividad,
entonces sonrió,
y citando a Elvira Sastre:
"Tenía una locura preciosa,
cómo no iba a enamorarme de ella"-
pensé el día que te conocí.
Ahora todo ha cambiado,
o más bien evolucionado:
"tienes una locura perfecta,
cómo no voy a querer quererte para siempre"
Y recuerda:
escuchar,
entender,
comprender,
respetar
y amar.
La pared -Cupido
Comentarios
Publicar un comentario