Contigo,
llegué a la conclusión
de que eras
como las placas tectónicas.
Las placas tectónicas
son aquellas placas del relieve,
que se sitúan debajo de la superf
terrestre,
debajo de los continentes,
y hacen que éstos
se muevan,
se separen
o se vuelvan a juntar.
Las placas tectónicas
crean islas,
hacen erupcionar volcanes,
o forman enormes tsunamis
que destrozan a su paso
ciudades enteras
y con ellos,
familias enteras.
No quiero que te quedes
con lo malo,
llamarte "desastre natural",
es algo maravilloso,
fíjate en su parte buena:
Has creado las islas
más preciosas de este planeta,
has juntado continentes
y con ellos personas,
tú mueves los océanos
a tu antojo,
y decides cuando llega
el invierno o el verano.
Eres poderosa,
maravillosa,
básicamente eres el eje
donde gira el mundo,
pero,
ya no el mío.
Te llamo "desastre natural",
porque cuando te enfadas,
erupcionas,
pero,
cuando estás contenta,
te bañas en aguas cristalinas,
cuando estás alegre
me dejas nadar
en tus corrientes cálidas.
Las tortugas desovan
en las playas que tú misma creas.
Pero,
también eres sumamente
impredecible,
impulsiva,
decidida,
y cuando tomas una decisión
ya,
no hay vuelta atrás,
y te llevas por delante
todo lo que no se aparte.
Yo,
no lo hizé,
pero tienes razón
cuando me dijiste
que pase lo que pase
siempre me levanto,
levanto el vuelo,
cual pajarillo.
Pero a este pájaro,
le paso por encima
el tsunami
nunca vistó,
este pájaro casi se ahoga,
le arañaron,
quebraron
y rompieron.
Pero,
aún con las alas empapadas
me sequé,
con las alas rotas
volví a volar,
y ahora,
que ya he aprendido a predecirte,
conozco bien
el viento que traes contigo,
que me indica que vienes otra vez.
Entonces vuelo alto,
y te veo pasar por debajo de mi,
y entonces recuerdo algo:
tu animal favorito es el león,
y a mí me llamaste pájaro,
y hay una cosa que yo podré hacer
y tú nunca:
volar.
Así que por muchos rugidos que eches
al aire,
recuerda,
me podrás rozar,
pero ya no dañar.
He aprendido
y evolucionado.
Esta vez,
me podré tumbar en tu suave tripa,
pero observaré detenidamente
tus garras,
ésas que un día me acariciaron
e hirieron también,
y sonreiré:
tú ya no estás,
y si vuelves a estar,
desapareces,
para luego volver,
y volver a irte después,
y así sucesivamente.
Ahora entiendes por qué
no se puede caminar sobre el
borde de un volcán,
nadar en un tsunami
o no salir corriendo en un terremoto.
Es,
porque,
los desastres naturales
son algo maravilloso,
pero maravillosamente impredecibles,
y tú,
princesa,
eres maravillosamente impulsiva,
por eso,
ya no te espero,
sólo te observo llegar,
y me busco un lugar seguro
desde el que mirar,
mirarte llegar.
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