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Mostrando entradas de septiembre, 2019

Árboles en tus ojos

"Cuando estás conmigo, esta habitación no tiene paredes, sino árboles, árboles infinitos" Al leer este poema de La novia gitana, visto en una historia de Elvira Sastre, pensé en ti. En como aquella tarde, en esa habitación de hostal de Tirso de Molina, me sentí rodeada por un bosque entero, un bosque infinito que nos rodeaba a las dos. Yo te miraba, y cogía todas las rosas que cubrían tu cuerpo, y te llenaba la cama de pétalos, aunque eso significase, pincharme, cortarme, o hacerme sangre, con cada una, y todas las espinas de aquellas rosas. Nunca me importo, he de confesarte que nunca me importo que estuvieras conmigo sólo para follar, o que me quisieras sólo para eso. Nunca me importo, porque sonreías, y los árboles crecían, y a tu alrededor nuca nadie había hecho crecer un jardín entero, sin, ni si quiera, plantar ni una sola semilla. Eres magia, un truco de magia, en el que cierras los ojos y desapareces, así, de la...

Gacela y Leona

Y te prometo que, mientras a mi lado estés haré desaparecer todas tus palabras de tu vocabulario. Todas  aquellas que me contabas que te habían hecho daño. No concibo una realidad sin mi corazón acompasando, mis latidos a los tuyos, o sin que mis dedos abracen a los tuyos antes de dormirse. Quiero despertarte a orgasmos, quiero morderte los miedos, y que en tu piel, deje huella, de todas las sonrisas que te di, cuando mis dientes relamía, al ver tu piel desnuda frente a mí. Es como decirle a un animal salvaje que no siga sus instintos, cuando amante y humana se proclama diosa, y la ves andando sobre el agua, o volando, a dos cm del suelo. Y yo, cordero, gacela, que corre delante del guepardo, me atrapas, y me devoras, con la fuerza de una grandiosa leona. Observo tus colmillos hincándose en mi piel, y me retuerzo del dolor y del placer a la vez. Me marcas todos tus deseos a fuego en mi piel, en forma de arañazos, y me susurras...

C

No quiero saber cuántas sonrisas habrás despertado, la incertidumbre de tus labios besando al viento, me enseñó, que no pertenecías a nadie, y de hacerlo, sólo lo hacías a ti misma. No pude pesarte mucho más tiempo, tus pestañas me descubrieron un nuevo mundo, al que yo, no estaba acostumbrada, hasta que te soñé en tu cama, o te acaricié entre las sábanas. Fuiste tan real, como tus manos mojadas, o como tu mordisco en mi cuello. C. 22.08.19

C

La incertidumbre de un suspiro en tu cuello se convirtió en costumbre, cuando aquella noche volteaste tu espalda frente a mí. El horizonte no podía tener mejores vistas, que las curvas de tu abdomen moviéndose al unísono de mis gemidos. C. 21.08.19