No sé por qué,
siempre,
te abandono a tu suerte,
ahí te dejo tirada,
no levitando,
más bien,
apoyada,
reposando,
descansando.
No sé por qué,
nunca te termino,
a medias,
te dejo siempre,
dos tragos,
dos sorbos,
y me marcho,
no me molesto
ni en recogerte,
espero a que te levantes,
pero eso,
nunca sucede,
y tú,
ahí,
estática,
mirándome,
me observas,
y me preguntas:
¿Cuándo me cogerás
entre tus manos?
- yo te sonrío,
y contemplo,
como aún,
sigue saliendo humo
de cada poro de tu no piel,
nunca lo llamaría así,
coraza,
escudo,
caparazón,
...
mil formas.
Venga,
deja de hacerte de rogar,
te cogo,
aún quemas entre mis manos,
me empapas los dedos,
y las gotas caen al suelo,
le acompañas tú,
que te rompes en mil pedazos,
oigo al silencio gritar,
te has roto:
Me he quedado sin
mi taza favorita.
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