Sé que aquella noche no fuimos polvo,
ni estrellas,
ni millones de átomos
formando a dos personas,
independientes,
libres.
Aquella noche,
nos convertimos en una galaxia entera,
la infinitud del universo
desplegándose entre mis dedos,
ante mis ojos,
que no pudieron hacer otra cosa,
que parpadear,
parpadear muchas veces,
para poder darme cuenta
de que tú,
no eras un sueño:
te estaba cumpliendo mi vida,
nos estábamos cumpliendo,
juntas,
de la mano,
de los labios,
o de los dedos.
Elige tú
el lugar de tu cuerpo,
por donde quieras que empiece
a hacerte el amor,
o mejor dicho
deshacerte el desamor
-grande Elvira-
borrar todas aquellas huellas
que te dejaron,
todas esas personas
que no supieron hacerlo,
yo las difumino entre saliva y eso.
Porque cada vez que te beso,
es coger una hoja en blanco,
y escribirte,
y no acabo,
de describir todos los sentimientos
que me haces sentir.
Sonrío,
porque eres como:
Las vacaciones de verano
que no quiero que nunca terminen,
Llegar a casa un viernes
acurrucarme en ti,
y saber
que tengo todo el finde por delante,
aunque en nuestro caso,
la vida entera.
El pastel,
que recién hecho,
saco del horno,
y me quemo,
porque te quiero probar
tan rápido,
que te saboreo en mi boca
ardientemente.
La lluvia
después de salir a correr,
que me mojas entera,
me refrescas,
y me enseñas que las cosas
más valiosas,
son las más sencillas de hacer:
un beso en la frente,
una mirada que lo dice todo,
una caricia,
cogerte de la mano,
querer,
estar,
cuidar.
Aquella noche princesa,
no me podía separar de ti,
la cama se nos disponía
no muy pequeña,
pero a mí me parecía inmenso,
el escaso espacio,
que separaba tu cuerpo del mío.
Y entonces lo supe,
lo vi claro,
y me di cuenta,
de que ése era el espacio
donde yo quería
aprender,
crecer,
vivir,
y envejecer contigo.
No me moveré de ahí jamás.
Te quiero princesa
Comentarios
Publicar un comentario