Ir al contenido principal

Los globos no tienen por qué explotar


Aún estás aquí,
estática,
indeble,
inmóvil al sufrimiento
o al paso del tiempo.

Aún sigues aquí,
tan pura
y tan auténtica.

Me acuerdo aquella vez
cuando me advertiste
que nunca nadie
había conseguido domarte,
como si de un caballo salvaje
te tratases.

Sonreí,
y te acaricié la mejilla,
despacio,
intentando tocarte
pero a la vez sin sentirte.

Me miraste con ojos tímidos,
pero a la vez lascivos,
como pidiendo a gritos
que te comiese entera,
pero con ternura.

Te contemplé,
observé,
admiré,
y te contesté:

¿Por qué iba a querer domarte
si me he enamorado
precisamente de tu locura?

Por un momento noté
que nuestros corazones se sincronizaban,
respirando,
aliviados de sentimiento.

Tus labios besaron los míos,
y nuestras lenguas se enradaron
como lianas,
recorriendo nuestros brazos,
saltando de árbol en árbol,
en nuestra propia selva privada.

Te prometo que el mundo se para,
que todo deja de tener sentido,
y entonces sólo existes tú,
algo se enciende dentro de mí,
algo te provocaré a tí,
cuando sólo con mirarme
ya palpito,
cuando sólo con mirarte,
tú sonríes,
y te sonrojas.

Entonces yo me enamoro
más y más,
y me hincho como un globo,
sé que te dan miedo,
los sentimientos que pueden explotar.

Pero es que nunca he sentido
temblar el suelo bajo mis pies,
nevar en mi boca,
o llover entre mis piernas
sólo,
cuando me acaricias.

Provocas los mejores
desastres naturales
que mi cuerpo puede experimentar,
y yo sobrevivo a todos ellos,
y te recorro entera,
suplicándote,
que sigas temblando,
conmigo,
al unísono,
pero nunca de miedo,
porque aquí,
mi vida,
ningún globo,
va a estallará jamás.

       Te quiero.

                    3/01/19

Comentarios

Entradas populares de este blog

Estaba segura que volveríamos a encontrarnos

 Nunca llegué a imaginar que volverías a aparecer, para serte sincera, nunca planeé encontrarte,  nadie me informo,  hace ya dos años y pico,  iba a ocurrir este hallazgo tan extraordinario,  y ahora, después de esos dos años y pico, y después de todo,  vuelves a aparecer.  Leo tu mensaje,  estaba casi segura que te había bloqueado,  no debí de hacerlo finalmente,  porque sino, no me estarías escribiendo.  El pulso se me acelera,  el estómago se me encoge,  no me creo que sigas provocando todo esto en mí,  el corazón se me va a salir por la boca,  siento que todo a mi alrededor se para.  Sigo sin creérmelo,  vuelves a estar aquí,  eres un boomerang,  que por muy lejos que te lancé, por muchas veces que te haya mandado a la mierda,  siempre,  siempre regresas.  Estoy en la orilla de una playa,  meto los pies en el agua,  está fría,   pero me meto poco a poco,...

Coágulo

Eres un puto cigoto que no se deja desarrollar, más bien ni crecer, te has muerto entre mis manos y no me ha dado tiempo ni a observarte respirar por primera vez. Te empeñaste en destrozarte la vida, y me llevaste contigo por delante, afortunadamente, aprendí a esquivar todas y cada una de las palabras que salían de tu boca, no fue fácil: las endulzaste con un sabor parecido a la miel, recuerdas que a mi no me gusta, verdad? En cualquier caso, el coágulo de sangre se resbaló por mi brazo, y manchaste mi camisa blanca favorita de una hilera roja que no pude quitar ni con toda la fuerza del mundo.  Ese día te perdí, de verdad que ya no sabía quién eras. Me criaron pensando que la libertad y el cuerpo de una persona no tiene precio, pero tú se lo pusiste al tuyo, y no llegaste ni al mínimo, para empezar la subasta, lo regalaste y vendiste a unos degenerados, que encima no supieron ni valorarte, no te quitaron ni la etiqueta, te usaro...

Boomerang

Yo no te elegí, llegaste a mí, como una pelota que te lanzan y te gritan que cogas. Hubo un tiempo en el que te agarré tan fuerte, que me hice heridas de tanto apretarte. Me sangraron los dedos porque me arrancaste las costras. Me pedías que no te soltará cuando ya, ni tú misma, alargabas  la mano para cogerme a mí. ¿Qué esperabas? Dejarte caer fue lo más duro que he hecho en mi vida, te lo confesé un millón de veces mientras te acariciaba las mismas manos que me mentían una y otra vez. Y sí, digo manos, porque fueron ellas las primeras que me dijeron que me querían, así que ahora tmbn me podían estar mintiendo. Agacho la mirada, aún conservo las cicatrices, sé que nunca se irán, sé que nunca te irás. Sé que permanecerás, que al viento le soplarás, pero que tú nunca volarás, porque siempre fuiste de pies en el suelo, y yo hace meses que he aprendido a andar sobre el agua.